Un café con D. Álvaro Pérez


EL VESTUARIO

                  Para alguno es solo ese lugar donde los jugadores se cambian antes o después de terminar un partido. ¿Pero es realmente solo un habitáculo donde cambiarse de ropa o asearse?
                
                 Si los vestuarios pudiesen hablar seguro que contarían muchas historias. La ventaja de empezar como yo empecé, entrenando al equipo de un colegio, y hace ya tanto tiempo, es que el vestuario era el propio campo de juego. Las jugadoras ya venían cambiadas de su casa. Las que necesitaban ponerse algo de ropa, entraban en los servicios. No había charlas técnicas. No hacía falta motivarlas. Lo único que había que decirles es que no fueran todas detrás del balón. El grito que más se escuchaba en el campo era: “CADA UNA A LA SUYA”. Ganar o perder no importaba. Todas querían jugar todos los minutos. Después de una derrota, estaban los padres en la grada, orgullosos del partidazo que hizo su hija, por el mero hecho de que tocó un balón el tiempo que estuvo en pista.
                 
               Al finalizar el partido todas se abrazaban. Los padres te felicitaban, muchas veces sin saber por qué. Los entrenamientos eran entrar a canasta por la derecha, por la izquierda y partidillo. Enseñábamos las reglas de juego a unas jugadoras que eran igual de grandes que el balón con el que jugaban.

¿Y sabéis qué? Que veinticuatro años después mi último partido no distó mucho del primero. No entré en el vestuario. No me preocupé si las jugadoras llegaron a tiempo o tarde. No hubo charla técnica antes del partido. El resultado no me importó durante los cuarenta minutos que duró el partido. Al acabar el mismo, algunos padres me felicitaron sin que yo supiera el por qué.

Ese fue el día en el que me di cuenta de que el vestuario ya no me quería. Que esas cuatro paredes que tantas y tantas veces me habían visto preocupado, triste, alegre, impasible, histérico, acelerado, templado, contento o dolorido, ya no me decían nada. Recogí mis cosas y desde entonces me dedico a escribir en el blog de mi amigo Carlos.