Por Pablo Esper
El entrenador es un lider técnico
Sin ser un genio, el entrenador debe tener un bagaje técnico-táctico suficiente para aconsejar, orientar y formar a sus jugadores. Es a menudo este "conocimiento" el que le da su autoridad y su crédito (lo que los sociólogos llaman "dominación por pericia").
El entrenador es un animador
Su papel es llevar a cabo los objetivos fijados por él y sus jugadores (por ejemplo, el ascenso a una categoría superior, un número mínimo de victorias, ...) sin alterar el placer que los jugadores deben sentir en la pista. En el medio asociativo y amateur, la victoria no debe conseguirse en detrimento del placer de jugar a baloncesto, sino que la victoria sólo es circunstancial. Es a través del diálogo con el equipo como funciona una organización (número de entrenamientos por semana, objetivos del entreno, método de trabajo).
No debe pues permitir al equipo alcanzar unicamente objetivos en terminos de victorias, sino tambien asegurar un ambiente de trabajo agradable y distendido, relaciones cordiales con y entre los jugadores, deseo de progresar y una cohesión de grupo. Por eso su método de trabajo no puede ser completamente impuesto al equipo, sino "negociado" con los jugadores.
El entrenador es un pedagogo
Para ganar, es necesario dominar varios campos de acción: los fundamentos individuales, los fundamentos colectivos, la lectura del juego, el mental, el físico. Es aquí donde el entrenador tiene un papel que jugar. Es él quien posee las llaves de aprendizaje de los fundamentos, quien inicia a la lectura del juego, quien se encarga de la preparación física (y la mayoría de las veces de la mental). Ahora bien, el conocimiento de los fundamentos no es suficiente para enseñarlos; el entrenador debe demostrar pedagogía, es decir, que debe conocer los mecanismos de apendizaje de un jugador, poniendo en marcha estrategias de aprendizaje, construir una programación y poseer numerosas cualidades (paciencia, calma, empatía, etc.)
El entrenador es un gestor de emociones
Con un poco de psicología, el entrenador debe tratar las emociones y la motivación de los jugadores. Un entrenador que dramatiza (es decir, que no ve más que los aspectos negativos, sin ver el aprendizaje que se puede obtener de una clara derrota) contribuye a bajar la moral del equipo. Es también responsable durante los partidos de la emotividad de sus jugadores. En efecto, para estar preparados sobre la cancha, estos últimos no deben estar ni demasiado nerviosos ni demasiado relajados, y el entrenador administra los cambios en función de esos datos.
El entrenador es también la fuente de calma y serenidad durante los partidos. Debe estar menos nervioso que los jugadores, más aún cuando se pican contra un rival o con el árbitro. Debe calmar a todos y dar a cada uno consignas técnicas para mejorar la situación. Los entrenadores que abroncan a los jugadores, árbitro o incluso a la mesa, dan un ejemplo negativo y un muy mal espíritu al equipo. Además esto sube la tensión de los jugadores que van a aumentar su nerviosismo, pudiendo llegar a sentir pánico, haran faltas y dejarán de hacer lo que deben. En resumen, es el entrenador quien aporta la "cordura" del grupo.
El entrenador no es un jugador ni un amigo
Contrariamente a lo que se piensa, el entrenador no se integra en el equipo como un igual con los jugadores. Siempre debe quedar como "el entrenador". ¿Quien no ha estado con sus jugadores fuera de la cancha o del entorno habitual del equipo sin que estos hayan dejado de tratarle como el entrenador, mientras las relaciones entre ellos mismos son más "amistosas"? Puede que un entrenador tenga una relación de amistad anterior con uno de sus jugadores. Pero en general, o va perdiendo su estatus de amigo o, si no es el caso, se va convirtiendo en un entrenador un poco desacreditado.
Esto no es realmente un problema si cada entrenador asume que no se puede ser a la vez totalmente entrenador y amigo.
Algunos consejos al entrenador:
1) El entrenador es el representante del espíritu del equipo; debe adoptar actitudes en consecuencia. Es indispensable que asista al entrenamiento con ropa deportiva. Un entrenador en vaqueros envía innegablemente una imagen negativa de descuido y de no implicación en el grupo. Del mismo modo, su puntualidad es indispensable.
2) Los entrenamientos deben tener una mecánica bien conocida y las rutinas deben ponerse en común desde el principio (por ejemplo, los jugadores se reagrupan antes del inicio del entreno, beben en ciertos momentos fijados, ...). De esta manera el tiempo es mejor gestionado y los aprendizajes optimizados.
3) El entrenador debe formular claramente los objetivos: cual es el objetivo de un ejercicio, cual eslde la sesión, cual el del partido (que no tiene porque ser siempre la victoria, podría ser un número de puntos anotados,...), cual es el objetivo de la temporada, etc. Estos objetivos son, en el mejor de los casos, decididos con los jugadores y eventualmente con los dirigentes del club.