CONCENTRACIÓN. Por Eric Harrison.
Las instrucciones básicas a emplear para la mayoría de meditaciones son las mismas:
1. Relajarse.
2. Elegir algo sobre lo que concentrarse y explorarlo.
3. Si la mente se distrae, volver a la concentración.
4. Dejar de lado todo lo demás.
La diferencia básica entre distintas formas de meditación radica en lo que elegimos como objeto de concentración.Existen además dos meditaciones, «Vaciar la mente» y «Asignar nombres», que parecen escaparse de las instrucciones básicas mencionadas más arriba.
La técnica básica - La concentración
La concentración ocurre de forma natural cuando algo nos interesa o nos llama la atención. Decimos que estamos concentrados cuando no pensamos en nada más.. Por ejemplo, estamos concentrados cuando disfrutamos de la textura y el color de una pañuelo de seda, estamos enfrascados en la lectura de un buen libro, saboreamos la primera cucharada de una deliciosa sopa, nos aplicamos cuidadosamente el maquillaje de ojos o limpiamos el parabrisas en la estación de servicio. Cuando una de estas actividades está al frente de nuestra mente, todos los demás pensamientos quedan relegados, pero en cuanto nuestra atención se aparta del pañuelo de seda o de la sopa, vuelven a aparecer de forma instantánea. Así es como la atención realiza ese pequeño milagro: poner freno a los pensamientos (o tal vez deberíamos decir sacarlos suavemente del medio).
La clave de una buena concentración está en tener interés en el objeto o la actividad. Claro está que la respiración tal vez no sea tan interesante como la primera cucharada de una buena sopa, pero si la podemos considerar con la misma curiosidad, acabará siéndolo.
Por lo tanto, nos interesamos en los cambiantes detalles, momento a momento, de la respiración. Es una sucesión de sensaciones, ondulaciones y flujos musculares que van y vienen dentro de nuestro cuerpo. El vientre, el pecho y las fosas nasales son tres sitios donde las sensaciones son más claras. Notamos cuando se para y comienza, o si es suave o espasmódica. No tratamos de cambiarla. No «pensamos» en ella, simplemente la notamos a medida que sucede.
Cuando nos concentramos la mente se vuelve más lenta. Ponemos más atención, nos relajamos y los demás pensamientos desaparecen. Por supuesto que no es tan fácil. Después de concentrarnos en la respiración durante unos pocos segundos, nos viene a la mente una idea urgente («¿Estudiré ahora o lo dejo para mañana? ¿Qué hay en la tele hoy?»). En comparación, la respiración parece aburrida.
O sea, que éste es el trabajo difícil en la meditación: dejar cualquier idea de lado y volver al objeto de la concentración. La meditación funciona sobre el principio del placer diferido. Si podemos prescindir de la simple satisfacción de ideas y fantasía, la recompensa es mucho mayor. Cada vez que dejamos de lado una idea o pensamiento disfrutamos de un momento de liberación. Gradualmente la mente se vuelve aguda y clara, capaz de comprender mejor.
Para meditar elegimos un objeto (la respiración, una flor, un mantra o una imagen) y lo rodeamos de una «valla». Los textos budistas se refieren al objeto de la meditación como «el lugar de trabajo». Nuestro trabajo es mantenernos dentro de la valla y explorar.
C omo cualquier trabajador, somos conscientes de que hay otras cosas detrás de la valla, pero no tenemos que dejar las herramientas en el suelo y salir a perseguirlas. Suena fácil, ¿verdad? Pero antes de que nos demos cuenta, una seductora idea pasa a nuestro lado y allá nos vamos detrás de ella.
La buena concentración es muy suave y casi no cuesta ningún esfuerzo. La esencia de la concentración es realmente dejarse ir. La mente se concentrará con toda naturalidad si nos podemos desligar rápidamente de otros pensamientos.
Pero todo esto es lo ideal, la realidad es muy diferente. Nuestros pensamientos son como un grupo de ruidosos escolares reclamando la atención de la maestra. Concentrándose en algo, les podemos decir: «Ahora estoy ocupada, volved más tarde». Y al igual que los niños, algunos pensamientos no quieren irse, algunos se van y vuelven más tarde, mientras que otros nunca más regresan.
Concentrarse no significa bloquear todos los demás pensamientos. Además, esto es imposible. Más bien es como trabajar con la lente de una cámara: cuando enfocamos una flor a corta distancia, la vemos con total claridad. Todo lo que hay a su alrededor sigue estando allí, pero un poco borroso. De forma similar, cuando nos concentramos en la respiración, otras ideas y sensaciones siguen apareciendo, pero en la periferia.
Algunas personas suponen que para tener conciencia de algo, automáticamente hay que «pensar en ello». Pero ¿usted está «pensando» en su gato cuando le acaricia el lomo o le rasca las orejas? La concentración es no-verbal, sensual e inmediata: implica sentir, no pensar.