Cada vez que
escuchaba el comentario de una de esas personas enteradas, que el mundo del
deporte hay muchas, diciendo que si tal entrenador gana los partidos por los
jugadores o que tal otro los pierde por la gestión que hace de sus jugadores,
no podía por más que esbozar una sonrisa irónica o poner esa cara de póker que
tanto me caracteriza.
Los partidos hay que
analizarlos en un todo, y no solamente en el día del partido. Sacar
conclusiones mientras estas tranquilamente sentado en la grada tomándote unos
frutos secos o hablando de la resaca que tienes por el día de ayer, nunca es
buena consejera. Es el cuerpo técnico el que vive toda la semana de
entrenamientos. Es el cuerpo técnico el que sabe qué jugadora se merece o no
jugar los partidos.
Me he equivocado a lo largo de
mi vida en muchas decisiones, pero si hay una cosa que nunca me podrán
reprochar es que he sido siempre coherente con mis ideas. Quizás por eso me
precede el apelativo de “polémico”. No he sido amigo de numeritos en público.
He sido amante del orden y de la disciplina. Si me he enfadado sin motivos, lo
he reconocido. ¿Qué alguna vez he sido injusto? Alguna no. Cientos.
He estado abierto siempre al
diálogo. Me he desvivido por todo cuanto he hecho en mi vida. A veces sin
recibir nada a cambio. A veces sin recibir esa palabra de siete letras que es
tan fácil de pronunciar y que tan rápidamente olvidamos: “gracias”. Muchas
veces he recibido más de lo que he ofrecido, o por lo menos eso me ha parecido
a mí.
Un día escuché a un compañero
decir: “pues fulanita no va a jugar ni un
minuto hoy, porque durante la semana no ha entrenado como debe”. Fulanita
jugó todo el partido menos los dos o tres primeros minutos. Hay que ser
coherente con las ideas, por encima de la victoria o la derrota. Y si sabes que
no lo vas a ser, mejor callarse la boca y tirar por la calle de en medio.
Y para terminar una pregunta.
¿Quién es mejor Guardiola o Villanova? ¿A quién quieres más, a papá o a mamá? Algunas
veces, el mejor es el que mejor gestiona el equipo.