Mientras dormía...

Nuevo "Café con D. Álvaro Pérez"


Me andaba rondando por la cabeza en estos días la idea de volver a entrenar. Ya han pasado unos meses desde que lo dejé, y los fantasmas del pasado me deambulaban de nuevo por el entrecejo. Me imaginé volviendo a sentir ese gusanillo que te entra en el estómago en los momentos antes de los partidos. O en esos momentos en los que debes decidir esa jugada que te lleve al triunfo o por el contrario te conduzca al más estrepitoso de los fracasos.
                  
Me imaginé volviendo a esas tardes sentado delante de los cuadernos de entrenamiento desmenuzando cada uno de los sistemas a los que íbamos a jugar durante la temporada. Si este año apostaría por la defensa zonal, o si por el contrario trabajaría sobre todo la individual. Aunque yo he sido más siempre de defensas alternativas, porque creo que mantiene concentrado tanto al jugador que está en pista como al que está en el banquillo. Pero una cosa es lo que yo piense, y otra muy distinta a donde quiera llegar…
                 
Me imaginé decidiendo a quién le doy el último balón para que se lo juegue. Si jugaré con sistemas cerrados o si por el contrario haremos ataques abiertos a una infinidad de posibilidades. Si haría una mini pretemporada en el parón navideño que tan bien suele irle a los equipos que he entrenado.

Durante unos minutos me imaginé de nuevo cogiendo la pizarra en la que tantas veces dibujé esos movimientos que nunca entienden los jugadores. Me imaginé poniéndome el chándal de tal o cual club o selección. Me imaginé atándome las zapatillas con doble nudo, para que nada turbara mi concentración durante el partido. Me imaginé enfadándome con mis jugadoras porque no llegaron a defender o animándolas cuando robamos aquel balón o conseguimos aquella canasta.

Me imaginé en la soledad del vestuario después de un partido. O incluso antes, cuando llegas el primero y repasas mentalmente todo lo que no debes olvidar. Me imaginé jugueteando con un balón en el banquillo mientras tus jugadoras acaban el calentamiento. Me imaginé pensando una vez más ese quinteto inicial que salte a pista.

Me imaginé saboreando las mieles del triunfo o percibiendo las hieles del fracaso. Me imaginé de nuevo recibiendo la reprobación de aquellos a los que no le gustaba lo que hacía o el halago de los que saben lo que cuesta cada cosa que haces. Me imaginé recibiendo una llamada de aquellos que antes te tenían horas y horas al teléfono preocupándose por ti y por tus cosas, y de los que hace tiempo que no sé nada. Lo cierto, es que yo tampoco los llamo…

Me imaginé todos esos buenos momentos que he pasado conociendo gente, jugadoras, situaciones especiales, viajando de aquí para allá, sacrificando fines de semana, cumpleaños, celebraciones, aniversarios, por aquello que tanto te gusta.

Y fue entonces cuando decidí que tenía que volver. Que mi sitio estaba en las pistas. Gritando, animando, solucionando situaciones, pateándome la pista de un lado a otro…

Por fortuna para mí, todo esto ocurrió mientras estaba en la cama. Cogí la manta, me tapé los brazos porque empezaba a refrescar, y me di la vuelta para el otro lado. Porque todo esto, como dijeron en una de esas películas cursis: “ocurrió, mientras dormía”.