La primera victoria


                     Como en todos los ámbitos de la vida, siempre hay una primera vez. Nuestro primer llanto. Nuestros primeros pasos. Nuestras primeras palabras. Nuestro primer día de colegio o de guardería. Nuestro primer amor… El primer beso. Nuestro primer balón de baloncesto.

                  Todas esas cosas están incluidas en nuestro disco duro humano. Antes de nacer nos programan para hacer cierto tipo de acciones o tener un cierto grado de habilidad para realizar algunas tareas. Por mucho que pongamos empeño, cuando no se tiene habilidad para cierta tarea, lo mejor es dejarlo. Recordemos cierto torero que se empeñó hace años en sacar un disco. Si no sabemos cantar, lo mejor es no hacerlo ni en la ducha.

                  Actualmente también hemos tenido noticias de una pseudo restauración de una obra de arte. Si no sabemos restaurar…

                  Después de esta breve introducción se me viene a la cabeza mi primera victoria como jugador de baloncesto. Un momento alegre, sin duda. MENTIRA. Mi primera victoria fue en un partido en el que no jugué ni un solo minuto. Era lógico por cierto, puesto que mis demás compañeros de equipo eran mejores que yo. Mi entrenador, gran amante de los sistemas cerrados y memorizados hasta la saciedad, no supo ver en mí las escasas cualidades que tenía como jugador de baloncesto.

                  El tiempo luego me hizo ver que si no era el mejor, tal vez debiera pensar dejar el baloncesto. Como así fue años más tarde. Mi vida como jugador federado duró solo tres años. Luego dejé mi sitio en el centro de las canchas, por un sitio situado unos metros más atrás: el banquillo. Pero esta vez no lo hice como jugador, donde tantas veces lo ocupé durante los partidos. Esta vez lo hice como entrenador. Y la verdad es que no recuerdo cual fue mi primera victoria. Recuerdo alguna de ellas. Las más sufridas. O las más holgadas. Recuerdo un partido de ir perdiendo de diecisiete puntos al descanso y acabar ganando de uno al final. Otros muchos partidos han pasado sin pena ni gloria por mi vida, que sin duda otros entrenadores habrán grabado en su retina como una gran victoria sobre mi persona o sobre el equipo que dirigía en ese momento.

                  Hay quien incluso después de muchos años, recuerda como me ganó tal o cual partido como si eso hubiese sido el mayor hito de su historia como entrenador.

                  Lo que si os puedo decir, que aún sin recordar cual fue realmente mi primera victoria dirigiendo a un equipo, probablemente, en aquel partido, igual que me ocurrió a mi como jugador, alguien se fue a su casa sin jugar ni un solo minuto. Porque a veces olvidamos que estamos en los equipos de formación para enseñar a jugadores, no para conseguir victorias.