- Cuando un jugador aprende, aumenta su competencia y su autoconcepto. Aprender o perfeccionar una determinada habilidad les resulta intrínsecamente motivador, permitiendo incluso su participación activa en tareas de aprendizaje tediosas y repetitivas, ya que el costo es menor que el sentimiento de satisfacción que obtendrá al adquirir dicha competencia.
- La implicación en el proceso de aprendizaje dependerá de la utilidad que le de al resultado del mismo. Los jugadores pretenden aprender cosas útiles, de no ser así pierden el interés por el trabajo.
- La aprobación social es en ocasiones más poderoso que el propio interés intrínseco del jugador hacia la tarea. Simplemente con la admiración de los compañeros o el elogio del entrenador ante una acción técnica determinada, incrementará su deseo por perfeccionarlo o adquirir habilidades complementarias incluso sin ser existir un incentivo intrínseco.
- La enseñanza del baloncesto se suscribe en un contexto social particular. La motivación de afiliación al grupo es muy potente, siendo artífice del deseo de aprender por parte de sus integrantes con motivo de querer ser parte activa de todo lo que suceda en el grupo. Los jugadores más competentes habitualmente comparten más experiencias con el grupo porque participan más en competición y tareas habituales.
De entre nuestras obligaciones como entrenadores, es quizás la de ser motivador la capacidad más importante que debemos poseer y potenciar. Si no somos capaces de lograr que los jugadores ofrezcan su máximo rendimiento e interés por aumentar cualquier competencia como jugador, nuestros conocimientos técnicos tendrán poco valor.
Veámos algunas estrategias que podemos llevar a cabo para mejorar la motivación en nuestros jugadores respecto a su propio proceso de aprendizaje.
- Individualiza el proceso de enseñanza. Marca objetivos individuales para cada una de las tareas, haz sentir importante a cada uno de tus jugadores proponiéndoles retos que sean capaces de superar. Hay que tener en cuenta la zona de desarrollo próximo de cada uno de nuestros jugadores y adecuar el reto a él.
- Un gesto, habilidad o situación parcialmente correcta, debe reforzarse y no suponer una respuesta aversiva por nuestra parte. Para ello debemos formular objetivos intermedios que nos permitan reforzar las respuestas de los jugadores.
- El éxito debe estar al alcance de todos los jugadores. El continuo fracaso puede llevar al jugador a un estado de frustración que haga disminuir considerablemente su motivación hacia la actividad. Debemos proporcionar tareas que permitan que todos los jugadores puedan sentirse competentes. Graduar la dificultad de las tareas y diseñar una correcta progresión de los contenidos, es clave para alcanzar este objetivo.
- Formular predominantemente objetivos de realización frente a objetivos de resultado. Este tipo de objetivos permite que el jugador se centre en su conducta y no en las consecuencias de estas, acentuándose la importancia de la acción frente al resultado de la misma.
- El error debe ser valorado como un elemento intrínseco del aprendizaje y, así hacerlo saber a los jugadores. Debemos lograr que el jugador acepte el error, como elemento necesario para el aprendizaje, siendo un indicador de las conductas a corregir.
- Las tareas competitivas incrementan la motivación y por tanto la concentración en la adeudada realización de la misma. La competición puede ser con otros o consigo mismo.
- Tareas divertidas. La diversión es esencial para compensar la carga psicológica elevada de otras tareas con menor interés para los jugadores.
- Informar del objetivo de cada una de las tareas en las que participe el jugador. Podrá concentrarse en su adquisición y su motivación intrínseca será más elevada.
- Diseñar tareas de baja organización y desarrollo simple. Esto permitirá que el jugador pueda centrarse más en el objetivo de realización que en el propio desarrollo del ejercicio.
- Diversas y variadas tareas. No explotar tareas prolongándolas durante excesivo tiempo o, presentándose siempre las mismas tareas durante las sesiones.
- Participación activa del entrenador. Proporcionando información constante acerca de las respuestas de los jugadores y, reforzando las conductas intermedias que permitirán incrementar la motivación del jugador a la búsqueda de adquirir la conducta final.
Objetivo prioritario del entrenador: motivar al jugador a seguir mejorando sus competencias. Difícil tarea pero fundamental