LA BICICLETA
Imaginemos por un momento
subir el Tourmalet en bicicleta. Si, ese puerto de montaña de la ronda francesa
de 23 km de longitud y que asciende a una altura máxima de 2.115 m. O para no
irnos tan lejos, los Lagos de Covadonga, con 18 km de longitud y una ascensión
de 1.135 m.
Ahora imaginaros que vuestra bicicleta solo tuviera un pedal, pero que
igualmente hay que subir cualquiera de esos puertos de montaña. No sé si
seríamos capaces de conseguirlo. Algunos no seríamos capaces de hacerlo ni con
los dos pedales.
Esto viene al caso de lo que
sería un equipo de baloncesto. Probablemente el ciclista sería el entrenador y
la bicicleta, el equipo. El entrenador es el que decide en qué momento
esprintar, cambiar de marcha, tomarse un respiro, ponerse de pie o pedalear
sentado… si el entrenador pone mucho empuje, pero a la bicicleta le falta el
manillar, mal asunto. Podemos pedalear sin frenos, pero como nos coja una
cuesta abajo, mal asunto. Podemos ir con un solo pedal, pero no aguantaríamos
mucho. El tema del sillín, lo dejamos para otro día…
Conclusión: la bicicleta
entera.
Pero mi reflexión va un poco
más allá. Cuando acabamos de usar la bicicleta, no podemos dejarla tirada en un
desván llenándose de polvo y demás impurezas. Hay que limpiarla y dejarla en
buen estado para su próximo uso. Incluso, yo soy de los que cuando llego a
casa, le agradezco que se haya portado bien durante todo el camino y que no me
haya dejado tirado en mitad de la carretera.
Eso debe ser un equipo de
baloncesto. Una bicicleta bien engrasada. Sin que le falte ninguna pieza. Con
un buen ciclista que la lleve por el camino. Pero una vez llegues a casa, no te
olvides agradecerle a tu equipo lo que habéis sido capaces de hacer juntos.